queyoque

lunes, mayo 16

Primer contacto

“1, 2, 3: ¡Ya voy!” contó en alto una voz inocente. Desde debajo de la cama me dí cuenta de lo malo que éramos en el juego. Veía unos pies saliendo de la cortina, una figura compactándose contra el escritorio, y el que nunca se esfuerza mucho parado detrás de la puerta. Quien ganó o perdió no fue importante, pues nos armamos una protesta a favor de cambiar de cuarto. Escondidos vs. Buscador. Caminamos todos por el pasillo, no muy emocionados. Era lo único que hacíamos en vacaciones, en una casa aislada en el llano.

Antes de comenzar limpiamos nuestro nuevo espacio. Almohadas, sillas y otros estorbos al pasillo. El escondite: Extreme Edition. ¡No había lugar! Tres niños en un clóset, todo se cayó. Pausa. Recogíamos ropa cuando encontramos una billetera. Volteamos nuestro tesoro en el piso. Moneditas rodaron, el dinero no nos intrigaba. Pendientes del chicle, o al menos eso pensamos. Un paquetito cuadrado de contenido flexible. “Pruébalo”. Nadie quería abrirlo, buscamos a mamá. Se sorprendió.

¿Cómo que de donde lo sacamos? ¡Qué pregunta tan rara! “Bueno, es un plastiquito que papi usa cuando estamos.. solos”. Eso no es respuesta, sólo da más preguntas. “¿Para qué?” “Para –mamá nerviosa- no tener más hijitos”. “¿Y por qué?” “Porque a ustedes los queremos muchísimo y los otros se pondrían celosos”. Suficiente para mí. Volviendo al cuarto lo pensé bien. “Tal vez má no esté lista para decirme”.

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